Leyendas del blues rural
Robert Johnson y Skip James, dos músicos pioneros del blues rural y acústico. Surgidos de lo más profundo del Delta del Misisipi. Con sus leyendas malditas. Fueron descubiertos por los grandes del rock blanco.
Skip James, redescubierto en los años sesenta por jóvenes blancos fascinados por el blues. |
Skip James y Robert Johnson, dos músicos de blues acústico rural, originarios de lo más profundo del Delta del Misisipi, fueron descubiertos en los años 60´ por grupos de rock como Cannet Heat, en Estados Unidos, o Cream, en Gran Bretaña. Estos y otros grupos, mostraron su admiración por los pioneros del blues, convirtiendo algunas de sus canciones en éxitos escuchados por públicos más amplios.
El interés, cuando no la veneración, hacia estos bluesmen rurales por parte de los jóvenes músicos pop, como Eric Clapton, Mick Jaeger, Mick Taylor, Eric Burdon o Jimmy Page, no sólo radicaba en su música y sus desgarradas letras. Eran también las oscuras leyendas, las malditas historias de estos personajes, que en algunos casos rozaban lo patibulario, lo que fascinaba a algunos de estos casi adolescentes necesitados de una pátina de rebeldía.
Johnson únicamente grabó 29 canciones, o lo que es lo mismo, poco más de una hora de música, con su voz y su guitarra; un instrumento que misteriosamente le hacía sonar como si fueran dos, o que en algunos momentos, sonara como si tuviera a su disposición un piano acompañándole al más puro estilo boogie woogie.
Las leyendas que han acompañado a la biografía de Johnson también contribuyen a acrecentar su atractivo entre jóvenes rockeros. Murió joven, a los 27 años (como Jimmy Hendrix o Kurt Cobain, por citar sólo dos), parece ser que como consecuencia de la ingesta de un whisky envenenado, a iniciativa del despechado hombre de una amante descubierta.
Se ha contado reiteradamente que Johnson había hecho un pacto con el diablo con el fin de obtener el talento y las canciones que deseaba. En ese cruce de caminos (crossroad) en el Misisipi más recóndito, el joven Robert Leroy obtuvo ese virtuosismo mágico a oídos de quienes le escucharon a raíz del encuentro satánico, que limitaba su vida a un máximo de treinta canciones:
Al igual que Robert Johnson, Skip James fue “recuperado” a mediados de los años sesenta, por jóvenes músicos blancos norteamericanos, como Henry Vestine, del grupo Cannet Heat. Estos devotos del viejo blues rural habían encontrado una pista que había quedado oculta tres o cuatro décadas atrás en el sur más profundo. Buscaron al viejo Skip hasta encontrarle. Y dieron con él, enfermo, en un hospital de Misisipi.
Escuchar On the road again, interpretada por Cannet Heat, invita a rememorar el viejo espíritu sonoro del Skip James de 1930 y su inconfundible voz, imitada por el cantante del grupo Alan Wilson.
Tan solo dos años antes de su muerte, el nombre de Skip James fue conocido internacionalmente por los amantes del género, debido al éxito de una canción suya, I´am so Glad, grabada e interpretada por Cream (formado por Eric Clapton, Jack Bruce y Ginger Baker) en 1967. El super grupo inglés había convertido aquella “Estoy tan contento” –ironías del destino y del blues– en un éxito mundial.
Este reconocimiento, condujo a Skip James, ya enfermo y algo escéptico, a volver a actuar en festivales de Blues y de Folk, así como a grabar algún disco nuevo. Había transcurrido un largo y callado paréntesis de tres décadas, desde los tiempos de su juventud en Bentonia (Misisipi), cuando grabó aquellas diecisiete canciones para Paramount Records. Un paréntesis iniciado ese mismo año de 1930, cuando Skip decidió dejar todo, incluso el blues, y convertirse en clérigo.
Apenas siete años –a partir de 1924– ejerció como músico profesional Skip James, interpretando siempre ese blues rural tan característico, acústico, rural, melódico, suave y casi lacrimoso.
No eran tiempos fáciles, y menos para el blues. Por lo tanto el joven Skip no se hizo demasiadas ilusiones con la música, y hubo de probar otras actividades más lucrativas para mantenerse a flote, aunque ciertamente más arriesgadas, como la de jugador, traficante de alcohol bajo la Ley Seca o incluso proxeneta. Prefería cantar y tocar para los amigos, en fiestas, bares y tugurios “de confianza”.
Y es que no es difícil deducir que en aquel entorno de delincuencia y durante la Gran Depresión, le pareciera más aconsejable no ser reconocido en fotos ni que su nombre figurara en portadas de discos o carteles anunciadores de actuaciones.
El interés, cuando no la veneración, hacia estos bluesmen rurales por parte de los jóvenes músicos pop, como Eric Clapton, Mick Jaeger, Mick Taylor, Eric Burdon o Jimmy Page, no sólo radicaba en su música y sus desgarradas letras. Eran también las oscuras leyendas, las malditas historias de estos personajes, que en algunos casos rozaban lo patibulario, lo que fascinaba a algunos de estos casi adolescentes necesitados de una pátina de rebeldía.
UN PACTO CON SATÁN
Robert Johnson (1912-1938) ha sido el más influyente de los músicos de blues acústico entre las jóvenes estrellas blancas, con la adaptación de canciones como Love in Vain, o Crossroad.Johnson únicamente grabó 29 canciones, o lo que es lo mismo, poco más de una hora de música, con su voz y su guitarra; un instrumento que misteriosamente le hacía sonar como si fueran dos, o que en algunos momentos, sonara como si tuviera a su disposición un piano acompañándole al más puro estilo boogie woogie.
Las leyendas que han acompañado a la biografía de Johnson también contribuyen a acrecentar su atractivo entre jóvenes rockeros. Murió joven, a los 27 años (como Jimmy Hendrix o Kurt Cobain, por citar sólo dos), parece ser que como consecuencia de la ingesta de un whisky envenenado, a iniciativa del despechado hombre de una amante descubierta.
Se ha contado reiteradamente que Johnson había hecho un pacto con el diablo con el fin de obtener el talento y las canciones que deseaba. En ese cruce de caminos (crossroad) en el Misisipi más recóndito, el joven Robert Leroy obtuvo ese virtuosismo mágico a oídos de quienes le escucharon a raíz del encuentro satánico, que limitaba su vida a un máximo de treinta canciones:
Tengo que seguir moviéndome
un blues cayendo como granizo
y el día recordándome que el sabueso del infierno me sigue de cerca
el sabueso del infierno está sobre mi rastro.
SKIP JAMES, REENCONTRADO
Pero Robert Johnson tuvo un maestro indiscutible llamado Skip James (1902-1969), también con una biografía, cuanto menos, accidentada. Con un estilo de voz y una forma de tocar la guitarra y el piano inconfundibles, dejó grabadas en una única sesión diecisiete canciones magistrales.Al igual que Robert Johnson, Skip James fue “recuperado” a mediados de los años sesenta, por jóvenes músicos blancos norteamericanos, como Henry Vestine, del grupo Cannet Heat. Estos devotos del viejo blues rural habían encontrado una pista que había quedado oculta tres o cuatro décadas atrás en el sur más profundo. Buscaron al viejo Skip hasta encontrarle. Y dieron con él, enfermo, en un hospital de Misisipi.
Escuchar On the road again, interpretada por Cannet Heat, invita a rememorar el viejo espíritu sonoro del Skip James de 1930 y su inconfundible voz, imitada por el cantante del grupo Alan Wilson.
Tan solo dos años antes de su muerte, el nombre de Skip James fue conocido internacionalmente por los amantes del género, debido al éxito de una canción suya, I´am so Glad, grabada e interpretada por Cream (formado por Eric Clapton, Jack Bruce y Ginger Baker) en 1967. El super grupo inglés había convertido aquella “Estoy tan contento” –ironías del destino y del blues– en un éxito mundial.
Este reconocimiento, condujo a Skip James, ya enfermo y algo escéptico, a volver a actuar en festivales de Blues y de Folk, así como a grabar algún disco nuevo. Había transcurrido un largo y callado paréntesis de tres décadas, desde los tiempos de su juventud en Bentonia (Misisipi), cuando grabó aquellas diecisiete canciones para Paramount Records. Un paréntesis iniciado ese mismo año de 1930, cuando Skip decidió dejar todo, incluso el blues, y convertirse en clérigo.
Apenas siete años –a partir de 1924– ejerció como músico profesional Skip James, interpretando siempre ese blues rural tan característico, acústico, rural, melódico, suave y casi lacrimoso.
No eran tiempos fáciles, y menos para el blues. Por lo tanto el joven Skip no se hizo demasiadas ilusiones con la música, y hubo de probar otras actividades más lucrativas para mantenerse a flote, aunque ciertamente más arriesgadas, como la de jugador, traficante de alcohol bajo la Ley Seca o incluso proxeneta. Prefería cantar y tocar para los amigos, en fiestas, bares y tugurios “de confianza”.
Y es que no es difícil deducir que en aquel entorno de delincuencia y durante la Gran Depresión, le pareciera más aconsejable no ser reconocido en fotos ni que su nombre figurara en portadas de discos o carteles anunciadores de actuaciones.
Afortunadamente, Skip James, alejado de cualquier vanidad, ha pasado a la historia dejándonos algunos atormentados blues como All Night Long o Devil Got My Woman.
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