Bob Dylan, un joven cantautor folk


Su nombre se convirtió en icono de la canción protesta, de una voz aconpañada por una guitarra, que desgranaba poemas comprometidos contra la guerra y los poderosos. Pero eso sucedió hace mucho tiempo, durante su primera juventud.


Bob Dylan, joven cantautor, ilustración de Rodrigo L. Alonso


Cuando Dylan llegó a Nueva York, con apenas veinte años, el folk song vivía un nuevo explendor. Una generación de trovadores despertaba, más politizada y activista que nunca. Allí estaban Tom Paxton, Tom Rush, Joan Baez o Judy Collins.

El joven Dylan se acercó a este grupo y pronto fue cálidamente acogido. Destacaba más por su personalidad y su ironía que por su voz. Aportaba un bagaje donde cabían simultaneamente las influencias del cantante comprometido Woody Guthrie, del legendario bluesman Robert Johnson, y los poetas Rimbaud o Allen Ginsberg.

Contaba que su nombre artístico era en homenaje al poeta británico Dylan Thomas, inspirador de la Beat Generation, a cuyos escritores leía desde la adolescencia, empezando por Jack Kerouack y sus vagabundos del Dharma.

Él se llamaba Robert Zimmerman y había nacido en Minesota, en el seno de una familia judia. Quiso realizar su viaje de iniciación por los Estados Unidos, y así conoció –entre otras cosas– el folk politizado de Pete Seeger, el country de Hank Williams y el viejo blues rural de Big Joe Williams, con quien aprendió a tocar la armónica.

 

"La gente no hace aquello en lo que cree; hace lo más conveniente y luego se arrepiente" 


CANCION PROTESTA

Las primeras canciones de Dylan eran comprometidas, antibelicistas y contra el sistema político y económico. En poco tiempo se convirtieron en himnos generacionales, con títulos como Señores de la Guerra, Los Tiempos están cambiando o Una gran lluvia va a caer.

Pero fue Blowing in the Wind (La respuesta está en el viento) el tema que se convirtió en la canción que planteaba las preguntas de un nuevo tiempo que iban a protagonizar los jóvenes más activos y comprometidos, primero en Estados Unidos y después en el resto del mundo.

Con ese mensaje, "la respuesta, amigo mío, está en el viento"..., la primera canción contra la guerra llegaba a las listas de éxitos.

También era la primera ocasión en que los jóvenes escuchaban canciones que aportaban poesía, contenidos e ideas que hicieran pensar, tenían un significado, y expresaban una rebeldía que iniciaba su ebullición.

En 1964 a Bob Dylan ya lo habían querido convertir en héroe, en ideólogo, en profeta, en portavoz de todos los descontendos del mundo. El mercado de la música pop y del rock observaba aquel fenómeno que –obviamente– tuvo consecuencias. Multitudes de cantantes y de grupos comenzaron a incorporar a las letras de sus canciones mensajes con temáticas comprometidas, trascendentes, filosóficas, abstractas, enigmáticas...


"Cuando dejes de existir, ¿a quién le echarás la culpa?" 

 

En 1965 Dylan ya no quería ser eso, aquel cantautor acústico con sus solemnes contenidos; y buscó otro camino, junto a The Band y sus guitarras eléctricas. Continuaba así un largo camino, repleto de volantazos y cambios de dirección, tanto en lo artístico como en lo ideológico.

Iba a ser una estrella del rock... y hasta de la literatura. Pero esa es otra historia.


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