Haikus desde Japón


Cerezos floreciendo, bosques de bambú, la puerta del templo donde el buda medita en calma... Son instantáneas en forma de haikus, cuando comienza la primavera en Japón.


Foto: Rodrigo L. Alonso


Atentamente

espero ver florecer

a los cerezos.


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Foto: Rodrigo L. Alonso


El buda, quieto.

Fieles y mirones

llenan el templo.


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Foto: Rodrigo L. Alonso


Flacos, flexibles,

se elevan los bambúes

hacia el cielo.


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Bosque de bambú

Leve empalizada

en el camino.


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Foto: Rodrigo L. Alonso




Este viento

que arranca las hojas:

Árbol desnudo.


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Los haikus nacieron en Japón en el siglo XVII. Forman parte de la tradición poética de ese pais. Este poema de Matsuo Basho resume esta expresión literaria cargada de imágenes, sugerencias y ambiguedades. 

El objetivo sería captar el instante: “Haiku es simplemente lo que está sucediendo en este lugar, en este momento”, dejó escrito Matsuo Basho.


Sobre la rama seca,

un cuervo se ha posado;

tarde de otoño.

 

Esta fórmula exige eliminar la superfluo o lo retórico para ser concisos, esenciales, y así intentar plasmar el presente. Dicho de otra forma, captar mediante una instantánea la vida en un momento irrepetible, fugaz, efímero.

Los haikus también han estado vinculados a la vida ascética, a la meditación, al budismo Zen y al satori. Así como a la contemplación de la naturaleza, muy especialmente de sus elementos y de sus ciclos estacionales: Primavera, verano, otoño, invierno… y vuelta a empezar.

Vemos que hay más de contemplación que de reflexión en los poemas del maestro japonés. Asimismo, los haikus sirven para expresar otras sensaciones, además de ideas y reflexiones, incluso utilizando la ironía y el humor, como en este poema de Mario Benedetti:


Canción protesta.

Pasados los sesenta

Canción de próstata.

Es en esas tres líneas, en tres versos, en 17 sílabas, donde se intenta recoger esa imagen fugaz, esa instantánea de la vida, irrepetible. Y es que “el arte del haiku está lo mas cercano posible a la vida y a la naturaleza, y lo más alejado posible de la literatura y de la escritura esmerada, de tal manera que el ascetismo es allí arte y el arte es ascetismo”, escribía Blyth en su Historia del Haiku.


Un viejo estanque
Dentro salta una rana…
Ruido del agua.

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