El cantautor que supo reinventarse
Cantantes e intérpretes de una canción comprometida con “un tiempo y un país”. Muchos se retiraron ante los nuevos tiempos. Otros supieron adaptarse… y hacer música. Como Luis Pastor, que pasó de la política a la poética.
Luis Pastor. Ilustración de Rodrigo L. Alonso. |
Como otros cantautores, Luis Pastor se convirtió en símbolo y apoyo inexcusable en la lucha política por las libertades y la transición democrática en la España de los años setenta del pasado siglo.
Lo que hacían, acompañados con su guitarra española y poco más, se llamaba “canción protesta”, con letras comprometidas que llamaban a la movilización social y a la toma de conciencia, de una forma más o menos sutil y a una audiencia previamente convencida en una gran parte de las ocasiones.
Desde los años sesenta, grababan y hacían sus apariciones públicas en recitales diversos cantantes —algunos especialmente taciturnos— como Raimon, Adolfo Celdrán, Elisa Serna o Pablo Guerrero. Otros como Paco Ibañez, desde su residencia en París, nos dieron a conocer a grandes poetas españoles como León Felipe, Blas de Otero, Gabriel Celaya o José Agustín Goytisolo, además de algunas canciones emblemáticas de su admirado Georges Brassens, como La mala reputación, convertida en catecismo iniciático para muchos jóvenes rebeldes españoles de la época.
De forma injusta se consideró que Luis Pastor era uno de esos cantantes políticos cuya misión había de terminar inequívocamente con la llegada de la democracia. Fueron muchos los que aseguraron que en la nueva situación sólo habría espacio para “los músicos de verdad” que fueran capaces de ofrecer algo más que un mitin disfrazado de concierto.
Luis Pastor reconoce que durante esos años, entusiasmado por esa causa común, que no le dejó descansar un solo momento, no podía ocuparse en nuevas canciones ni investigar a fondo todos los resortes musicales; entonces con una simple guitarra —pensaba él— era suficiente. Pero eso no quería decir que no quisiera ni pudiera hacer otras cosas, otras canciones.
Con las primeras elecciones libres, con una Constitución aprobada por los ciudadanos y la llegada de las “libertades”, tanto para Luis Pastor como para sus compañeros, muchos esquemas se vinieron abajo.
Desde los años sesenta, grababan y hacían sus apariciones públicas en recitales diversos cantantes —algunos especialmente taciturnos— como Raimon, Adolfo Celdrán, Elisa Serna o Pablo Guerrero. Otros como Paco Ibañez, desde su residencia en París, nos dieron a conocer a grandes poetas españoles como León Felipe, Blas de Otero, Gabriel Celaya o José Agustín Goytisolo, además de algunas canciones emblemáticas de su admirado Georges Brassens, como La mala reputación, convertida en catecismo iniciático para muchos jóvenes rebeldes españoles de la época.
Misión cumplida
De forma injusta se consideró que Luis Pastor era uno de esos cantantes políticos cuya misión había de terminar inequívocamente con la llegada de la democracia. Fueron muchos los que aseguraron que en la nueva situación sólo habría espacio para “los músicos de verdad” que fueran capaces de ofrecer algo más que un mitin disfrazado de concierto.
Luis Pastor reconoce que durante esos años, entusiasmado por esa causa común, que no le dejó descansar un solo momento, no podía ocuparse en nuevas canciones ni investigar a fondo todos los resortes musicales; entonces con una simple guitarra —pensaba él— era suficiente. Pero eso no quería decir que no quisiera ni pudiera hacer otras cosas, otras canciones.
Con las primeras elecciones libres, con una Constitución aprobada por los ciudadanos y la llegada de las “libertades”, tanto para Luis Pastor como para sus compañeros, muchos esquemas se vinieron abajo.
Después de tres años y de ser testigo de estos cambios para la sociedad española, tras un largo silencio y reflexión, Luis Pastor —probablemente el más joven de aquellos cantautores comprometidos— volvió de nuevo, descubriendo otras músicas, otras canciones, pero fiel a sí mismo y a sus convicciones.
Para Luis Pastor, como para otros cantautores “de combate”, fue muy duro tener que retirarse, tras recibir en algunos casos el reconocimiento por los “servicios prestados”. Tuve la ocasión de charlar con él en su casa de Vallecas tan sólo dos semanas después del intento de Golpe de Estado del 23 de febrero de 1981:
Retirarse, desaparecer…
Para Luis Pastor, como para otros cantautores “de combate”, fue muy duro tener que retirarse, tras recibir en algunos casos el reconocimiento por los “servicios prestados”. Tuve la ocasión de charlar con él en su casa de Vallecas tan sólo dos semanas después del intento de Golpe de Estado del 23 de febrero de 1981:
“Antes sabíamos en contra de qué teníamos que luchar. Todo eso se ha venido abajo; nos hemos quedado desnudos y ha sido necesario emprender otros caminos”.
“A pesar de todo, prefiero la vida de estos dos años a la anterior. Y prefiero esta democracia a cualquier dictadura. Y eso no solo lo prefiero yo, sino que se ha demostrado estos días pasados tras el golpe del 23-F”.
“Si el golpe no hubiera sido un simple intento, sino un hecho consumado, hubiéramos vuelto, no solamente yo, como cantante, sino la gente que ha abandonado la militancia volvería a los partidos y a los sindicatos, porque hemos sido agredidos en lo más íntimo”.
"Amanecer"
Luis Pastor, como otros, tuvo que irse a casa tras la Transición y, después de tres años de cierta desorientación, volver reconvertido, actualizado, con nuevas canciones, nuevas músicas.
“Dejé de cantar porque llevaba un tiempo haciendo las mismas cosas. Se añadió también el que había una crisis abierta a nivel de sociedad y, por tanto, también repercutía en el papel de la canción política y en el terreno personal".
"Empecé a darme cuenta de que el punto a partir del cual había partido para hacer mis canciones y la realidad social empezaban a no ser los mismos; empezaban a verse cambios y los esquemas con los que habíamos estado funcionando se te venían abajo. Y sobretodo, que el objetivo que nos hacía vivir a todos aquellos años, que era por el que vibrábamos, se ha quedado en gran parte, en agua de borrajas”.
Al regresar a la música, Luis Pastor lo hacía con nuevas canciones, nuevos textos, nuevos contenidos y otra orientación provista de una mayor riqueza. Sabía que las cosas eran diferentes y probablemente él también había madurado:
“El papel que la canción cumple ahora es distinto del que cumplía en años anteriores, porque la propia realidad es así. En estos momentos, la canción es menos colectivista que antes, mucho más individualista e intimista. Aunque, por supuesto, no creo que tengamos que descargar la canción de toda una ideología de la que somos portadores”.
“Hay una diferencia en los textos de ahora, y en lo musical también se produce una evolución. Muchas de aquellas canciones antiguas tenían una mayor importancia por sus contenidos. Y en estos momentos, las canciones también te pueden tocar las fibras sensibles y comunicar por la música simplemente”.
En aquellos primeros años como cantautor comprometido, Luis Pastor aparecía en escena únicamente con su guitarra o con dos músicos, como mucho. En su nueva etapa contó con la colaboración inestimable de Suburbano, que participó en la grabación de su álbum Amanecer, con arreglos musicales, el acompañamiento musical del grupo y letras de Bernardo Fuster.
A partir de ahí, un largo trayecto que llega hasta la actualidad, con discreción y humildad, provisto de un gran potencial creativo y una voz que ha sabido transmitir sentimientos. Como se repetía por aquel entonces: “la poesía es un arma cargada de futuro”.
Qué fue de los cantautores
Luis Pastor ha tenido que oír tantas veces esa pregunta a lo largo de estas décadas, que decidió un buen día escribir un poema titulado así, Qué fue de los cantautores, como parte de sus “memorias en verso”, publicadas en 2017, por la editorial Nórdica. En estos versos octosilábicos el músico y poeta saca a relucir con una buena dosis de sorna la cuestión recurrente:
Éramos buena gente,
paletos e inteligentes, barbudos estrafalarios,
obreros, chicos de barrio,
progres universitarios,
soñando en una canción
y viviendo la utopía
convencidos de que un día
vendría la Revolución.
(...)
Y llegó la transición:
la democracia es la pera.
Cantautor a tus trincheras
con coronas de laureles
y distintivos de honor
pero no des más la lata
que tu verso no arrebata
y tu tiempo ya pasó.
(...)
¿Qué fue de los cantautores?
aquí me tienen señores
como en mis tiempos mejores
dando al cante que es lo mío.
Y aunque en invierno haga frío
me queda la primavera,
un abril para la espera
y un grandola en el corazón.
(...)
¿Qué fue de los cantautores?
aquí me tienen señores
aún vivito y coleando
y en estos versos cantando
nuestras verdades de ayer
que salpican el presente
y la mierda pestilente
que trepa por nuestros pies.