Mondrian bailaba boogie-woogie
La abstracción pura propuesta por De Stijl y el llamado neoplasticismo de Piet Mondrian, tuvieron en el jazz su base sonora, rítmica y emocional. Una música nueva, libre, rompedora.
Aquel holandés tan serio, sobrio y calvinista, profeta del neoplasticismo y autor de los iconos visuales más reconocibles de las vanguardias del siglo XX, era un entusiasta del jazz, la música americana que conquistó las capitales del viejo continente.
Mondrian escuchaba en los clubes de París, Londres y finalmente Nueva York a las orquestas de swing, a los intérpretes de blues y a los pianistas de la época, como Cab Calloway o Duke Ellington. Y quedó definitivamente cautivado cuando sonó la trompeta de Louis Armstrong en el Bulevar Saint-Germain de París, a finales de aquellos locos años veinte.
También le gustaban a Mondrian los nuevos bailes, como el charleston o el fox-trot. Precisamente, tituló dos de sus obras de 1929 y 1930 de esta forma: Fox-trot A y Fox-trot B.
JAZZ Y NEOPLASTICISMO
En 1927 escribió un artículo en la revista internacional de vanguardia i10, titulado Jazz y Neoplasticismo. Para Mondrian eran la forma de expresión de un sentimiento vital nuevo y de una cultura madura. El jazz rompía con la melodía y llevaba el ritmo hacia una nueva libertad.
“Extraños entre las melodías y las formas que nos rodean, el jazz y el neoplasticismo surgen como expresiones de una nueva vida. Expresan esa alegría y, también, esa seriedad prácticamente ausentes en nuestra agotada cultura de la forma”, sentenciaba el pintor holandés.
Era una forma de aproximar este nuevo fenómeno a su concepción pictórica, implicando también aspectos sociológicos e ideológicos, vinculados a una nueva concepción “vanguardista” de la cultura. De hecho, otros artistas plásticos de la época, como Fernand Léger, también se acercaban al jazz fascinados por su libertad expresiva, que transgredía los cánones y las formas más académicas de la cultura oficial de la época.
Para Mondrian, el jazz se había emancipado de las convenciones musicales, adoptando un ritmo casi puro capaz de transmitir la ilusión de ser abierto y libre también en las formas. Ambos –jazz y neoplasticismo– eran “fenómenos tremendamente revolucionarios: destructivos-constructivos”.
EL RITMO DE LA GRAN CIUDAD
El exilio de Piet Mondrian en Nueva York durante la primera mitad de los años cuarenta, reforzaron su afición al jazz, hasta el punto de cambiar el estilo y el lenguaje de sus obras pictóricas. Su Broadway Boogie-Woogie, de 1943, puede demostrarlo.
El latido rítmico de la gran ciudad le inspiraba. Su pintura cambia y abandona las lineas rectas de color negro y los rectángulos rellenos con los colores primarios (rojo, amarillo, azul).
En sus últimas obras –New York City, Broadway boogie-woogie y Victory boogie-woogie– está presente la repetición sincopada, como en el jazz, con un dinamismo provocado por las líneas fundamentalmente amarillas, interrumpidas por pequeños bloques de color. Ahora todo sugiere la retícula de la metrópoli neoyorquina y el ritmo sincopado del boogie-woogie.
La última evolución en la obra de Mondrian se produce desde 1935 hasta su fallecimiento en 1944. Sus composiciones de estudiada estructura, siempre a partir de líneas o planos de colores habían adquirido mayor dinamismo y vitalidad.