Pauline Boty, la mujer olvidada del Arte Pop

Redescubrimos a Pauline Boty gracias a Otoño, la exitosa y bien tratada por la crítica, obra de la escritora escocesa Ali Smith.

Pauline Body, artista pop. Imagen Rodrigo L. Alonso

En algunas de sus páginas, la protagonista/narradora de Otoño decide investigar –académicamente– la vida y la obra de esta mujer moderna, única representante del Arte Pop británico de los primeros años sesenta del siglo XX.

Pauline Boty (1938-1966) vivió intensamente aquellos años de explosión juvenil del Londres más moderno. Estudió en el Royal College of Art y en la Escuela de Arte de Wimblendon, donde era conocida como Wimblendon Bardot, por su atractivo físico y su parecido con la actriz francesa Brigitte Bardot. 

Trabajó como modelo, bailarina e hizo sus pinitos en la radio, la televisión y en el cine de la “nueva ola europea”, compitiendo incluso con Julie Christie, musa británica de la época, por algunos papeles.

La joven Boty estuvo presente también en la “movida” musical londinense: fue acompañante e introductora del joven Bob Dylan en un Londres donde muy pocos le conocían. También fue amiga de los Rolling Stones, y realizó dibujos para ellos.


PINTORA POP

Pero la pintura fue su actividad principal. Cofundadora del Movimiento Pop Británico –la única mujer–, junto a Eduardo Padozzi, Richard Hamilton, Peter Blake o David Hockney. Y es que este fenómeno artístico norteamericano, con estrellas como Andy Warhol o Roy Lichenstein, también prendió con fuerza en la Gran Bretaña de aquellos días.

Pauline Boty pintaba, a base de collages, personajes célebres de la época, como Elvis Presley, Marylyn Monroe, Jean Paul Belmondo o Monica Vitti. Se basaba en fotos, anuncios y recortes de prensa. 

Después sus obras se fueron tornando más críticas, con contenidos más sociales y políticos, como los disturbios de Birmingham, el asesinato de John F. Kennedy o la guerra de Vietnam. Al igual que en una primera etapa eran las estrellas y celebridades, la inspiración de los temas siempre procedían de la cultura de masas y los medios de comunicación, una seña de identidad del Arte Pop.

Alice Smith se detiene en Scandal63, una pintura de Pauline Boty en la que aparece la imagen desnuda de Cristine Keeler. Se presentaba en esta obra el Caso Profumo, un escándalo político que removió a la opinión pública británica en aquellos momentos. Se mezclaban cuestiones como la guerra fría, el espionaje, las influencias del poder y relaciones sexuales poco confesables.


ADELANTADA Y MODERNA

“Las actrices no suelen tener cerebro. Los pintores suelen llevar barba. Imagínense a una actriz con cerebro, que pinta y además es rubia”.

Así presentaba a Pauline Boty la revista The Scene en su portada en noviembre de 1962. Y es que era el símbolo de la mujer moderna y liberada que irrumpía en aquellos tiempos en un mundo donde predominaban los hombres antiguos.

“La representación de la representación en la obra de Pauline Boty”. Ese es el tema de la tesis que decide abordar el personaje femenino de Otoño, a pesar de la opinión negativa de su tutor académico, que insistía en la irrelevancia de Boty como artista del movimiento pop.

Así, Ali Smith pone en palabras de su protagonista, algo que está omnipresente en el Arte Pop, y por extensión en el gran escenario mediático de la sociedad de masas, que hace más de medio siglo aquellos modernos y modernas ya supieron descifrar y plasmar con ironía:

“Una imagen de una imagen implica que la imagen puede ser vista con una nueva objetividad liberada del original”.

Se trataba de buscar un nuevo significado para esos objetos, que surge al situarlo en otro contexto. Lo que hace el Arte Pop es dar un nuevo significado a esas imágenes y a esos objetos de la sociedad de consumo, dejando de lado sus significados originarios, funcionales y comerciales.


EL OLVIDO

Pauline Boty murió muy joven, con apenas 28 años, víctima de un cáncer. Su obra fue pronto borrada de la historia del arte moderno británico y del movimiento Pop. Sus cuadros permanecieron almacenados en la granja de su hermano y en el desván de la casa de sus padres durante décadas.

Ahora –al leer el libro de Ali Smith– a uno se le ocurre que sería de justicia recuperar aquella joven y moderna figura, adelantada a su tiempo –The Only Blonde in the World– que “en sueños abofeteaba al pasado”.


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