Charlie Parker, la revolución be-bop


Charlie Parker, un saxofonista que transformó el jazz varias décadas después de que lo hiciera Louis Armstrong en los comienzos de este género musical del siglo XX. 

Charlie Parker y su saxo. Rodrigo L. Alonso


Apodado “Bird”, o “Yardbird”, Parker fue el más destacado iniciador del estilo be-bop, una onomatopeya que quería traducir el sonido entonces revolucionario de músicos como Telonious Monk, Charlie Mingus, Miles Davis o Dizzie Gillespie. Sin embargo él no era muy amigo de las etiquetas; las consideraba siempre reduccionistas, y acostumbraba a decir:

 “Yo estaría encantado de que lo que toco fuera llamado simplemente música”.  


IMPROVISACIÓN

El joven Miles Davis, que acompañó a Charlie Parker en su quinteto, le consideraba el maestro entre los maestros, especialmente en cuanto a su imaginación a la hora de improvisar. Y dejó escrito:

“La improvisación se convertía con él en música instantánea. Con Bird el tema y el ritmo de base eran meros pretextos. Proponía otras reglas del juego. Todo se convertía en otra cosa completamente diferente cada vez que lo tocaba”.

Lo cierto es que cuando se escuchaba a Parker por primera vez, lo más probable es que resultara incomprensible y sus solos, un revoltijo salvaje. No era precisamente un sonido confortable ni agradable para el público en general. Pero su música es inconfundible, como lo es la trompeta de Louis Armstrong o el saxo tenor de John Coltrane.


UN SONIDO LLAMADO BE-BOP

Fue en 1945 cuando Bird (Charlie Parker) y Dizz (Dizzie Gillespie) inventaron una nueva música. Más bien, una nueva forma de expresarse. Aquel be-bop era la música más libre y alocada que jamás se había escuchado.

Un público desconcertado pero fascinado ante esas disonancias que generaba un quinteto comandado por un saxofón y una trompeta, que se entendían, se hablaban y se respondían en improvisaciones desinhibidas.

“El ruido y la furia del be-bop me hacen pensar en una tienda de porcelana, durante un terremoto”, publicaba un periodista neoyorquino para describir las actuaciones de la banda de Parker y Gillespie.

Aquel año de 1945 terminaba la II Guerra Mundial y comenzaba un nuevo tiempo. También para el Jazz. El be-bop iba a sustituir al swing y a las big band. Una nueva visión que abandonaba las anteriores bases rítmicas, armónicas y melódicas.

Se imponía la fórmula del quinteto, comandado por saxo alto y trompeta. El escenario ideal para la experimentación… y el lucimiento de los virtuosos. Los demás instrumentos, contrabajo, batería y piano, eran –la mayor parte del tiempo– meros acompañantes y generadores de base rítmica.


SIN DISCOS “REDONDOS”

Para desgracia de los aficionados no han quedado grabaciones de calidad, ni discos “redondos”, Su gran legado musical son sus extraordinarios solos, que hay que descubrir entre el ruido ambiental de los locales en los que Parker solía tocar.

Clint Eastwood dedicó a Charlie Parker su película Bird en 1987. Interpretada por el actor Forest Whitaker, se trata de una de las mejores aproximaciones del cine al jazz. No hay que olvidar que el actor y director es también un gran conocedor de este género musical.

Es interesante recordar que Eastwood construyó la banda sonora de “Bird” a partir de solos de Parker, con un acompañamiento regrabado por otros músicos. De esa forma se podía escuchar en la película –con bastante nitidez– el saxo original de Parker, al anular previamente los ruidos ambientales y la mala calidad de las grabaciones iniciales.

JAZZ EN PARIS

Charlie Parker –al igual que otros músicos de jazz norteamericanos– descubrió al llegar a Europa a finales de la década de los cuarenta que su música era tomada en serio.

Sirva como muestra que en mayo de 1949 el quinteto de Charlie Parker tocaba en la Sala Pleyel de París. Sobre aquellos conciertos, Boris Vian publicaba su correspondiente crónica.

En una jam celebrada en el Club Saint Germain, el máximo representante de la intelectualidad francesa de la época, Jean Paul Sartre, va a verle actuar y a conversar con Bird. Y es que Parker era bastante más que aquel instrumentista rompedor, como explicaba su discípulo Miles Davis:

“Bird sabía más cosas que nosotros. Era un intelectual. Leía novelas, poesía, libros de historia y de otras cosas. Él podía seguir una conversación sobre cualquier cosa. No era un imbécil, ni un iletrado, ni un ignorante. Tenía verdadera sensibilidad. Pero llevaba consigo esa inclinación destructiva”. 


AUTODESTRUCCIÓN

Desgraciadamente la vida de Charlie Parker transcurría de forma caótica, errática y dominada por las dependencias y el deseo irreprimible de experimentar con todo lo que surgiera ante él. Mujeres, alcohol, drogas, música… los ingredientes de una existencia en el límite.

A Bird le tocó moverse desde muy joven en un entorno de segregación racial y de incomprensión hacia la música que él deseaba escuchar, crear y tocar.

Bird falleció el 15 de marzo de 1955 a causa de una neumonía con complicaciones derivadas de su cirrosis. El forense afirmó que se trataba del cuerpo de un hombre de 53 años de edad. Charlie Parker apenas había cumplido los 34 años.

Las amargas palabras de su compañero y amigo Dizzy Gillespie –más tarde convertido también en activista por los derechos civiles– invitaban a la reflexión:

“Fue demasiado frágil para durar. Es terrible ser negro en esta sociedad. Si dejas que te afecten todas esas presiones te irás a la deriva y te dejarás la piel”.

Tres meses antes de su muerte, la mañana del uno de enero de 1955, paseando por el Greenwich Village, Parker se encontró con un amigo y tras felicitarle el nuevo año, le dijo:

“Sabes, Bobby, yo jamás hubiera pensado llegar a ver 1955”.

Parker influyó decisivamente en el Jazz y en otras músicas posteriores, pero también inspiró a escritores y poetas de la Generación Beat, como Jack Kerouak, o a otros creadores como al Julio Cortázar de Las Armas Secretas.



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