Terror en la cartelera


Lienzos gigantescos en plena calle que interpretaban a su manera las películas de Serie B para reclamar la atención de los adictos a las salas oscuras.


La Momia. Cine de terror de serie B


Enormes carteles pintados para publicitar la efímera programación de los cines de barrio, del cine popular, lugar y ocupación predilecta para el ocio y el entretenimiento en otros tiempos pasados. Ya se han ido de las calles de pueblos, ciudades y barrios esos locales de sesión continua, donde se proyectaban aquellas películas de terror de la Serie B… o incluso, de la serie Z.

También desapareció el oficio de los que elaboraban aquellos inmensos cuadros que mostraban lo más importante del espectáculo cinematográfico con formas expresionistas y colores vivos. Era un Arte Pop anónimo, rutinario, inconsciente tal vez y casi fauvista. Actuaban como intérpretes libres, más o menos fieles al contenido del programa.



Cine de terror de serie B. Cartela. Rodrigo L. Alonso


Cine de terror de serie B. Cartela. Rodrigo L. Alonso


Cine de terror oriental de serie B. Cartela. Rodrigo L. Alonso


Es cierto que en el cine popular había siempre diversos géneros que compartían la programación, y que no solía coincidir con los de los cines de estreno: aventuras, oeste, romanos, karatekas… y las de Terror, lo que algunos cinéfilos franceses denominaban con cierta ambigüedad, “cine fantástico”. Su temática era el miedo en sus múltiples facetas, variaciones y personajes: vampiros, monstruos, zombies, marcianos y otras criaturas extrañas.


  • Eran telas descomunales con imágenes sugerentes, provocadoras, sexys, morbosas, monstruosas... que cubrían las fachadas anodinas de aquellos cines.


Una galería de engendros a medio camino entre la ciencia ficción y el terror. Seres perversos encabezados por el Conde Drácula, el gran vampiro aristócrata secundado por el monstruo de Frankestein y por la Momia resucitada. Además de otros seres gigantescos, con difícil acomodo en este mundo, como King Kong, sin duda uno de los principales fetiches de la cultura popular.


Criaturas terroríficas de serie B. Cartela. Rodrigo L. Alonso

Necesitamos el miedo


Todo ese género terrorífico con su lenguaje y sus piruetas es heredero directo del Expresionismo alemán, del “caligarismo”. Sí, El Gabinete del Doctor Caligari, película estrenada en 1919, tras la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, era la representación simbólica, la puesta en escena del pánico colectivo de una sociedad y de sus miembros más sensibles. Sus formas de sugerir, sus imágenes y sus hallazgos visuales fueron exportados al cine norteamericano posteriormente y de forma explícita en el cine de terror de la Productora Universal.


Si hacemos caso a los teóricos y estudiosos de estas expresiones cinematográficas, suelen proliferar tras desastres, guerras, crisis de dimensiones mundiales. La Gran Depresión de los años treinta, las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, las Bombas Atómicas, la Guerra Fría…

Tras los noticiarios siempre llegaban las invasiones extraterrestres, los ultracuerpos y los grandes monstruos, como Gozilla, fruto de la imaginación aterrada del Japón de los años cincuenta y sesenta, que además de saurios agresivos, veía multiplicarse cangrejos y arácnidos gigantes como fruto tardío de las explosiones nucleares.




El castilla al fondo constante en la serie B. Cartela. Rodrigo L. Alonso


Cartel de la productora Hammer, con Cristopher Lee como Drácula.
Cristopher Lee, el Drácula de la Hammer.


Serie B, como churros


Las películas de terror con sus personajes clásicos, como el Conde Drácula o Fu-Manchú, eran productos de bajo presupuesto; lo que se ha llamado “Serie B”. La productora británica Hammer, llevaría a las salas desde 1957 la actualización de estos personajes, interpretados por Cristopher Lee que aportaba un toque elegante, estilizado y hasta seductor, con su rostro impasible. La Hammer incorporaba también el color (la sangre y el forro de la capa de Drácula ha de apreciarse necesariamente con los rojos más saturados y vivos) además de un componente erótico, más o menos explícito con la presencia de exuberantes y seductoras mujeres.


Roger Corman dio la réplica desde Norteamérica con su factoría de Serie B, urgente y de bajo coste. Se decía que podía realizar una película en una semana; rodada siempre en los interiores de una mansión gótica; con guiones a partir de relatos de Edgar Alan Poe y con su actor emblemático: Vincent Price.




Drácula y erotismo de la Hammer. Rodrigo L. Alonso


Fetiches culturales

Este cine de Terror, o “fantástico”, y sus imágenes se ha convertido también en fetiche cultural pop para nostálgicos y devoradores de rarezas, incluso de ese lado cómico, esperpéntico y tierno que necesariamente sugieren e inspiran algunas de aquellas realizaciones, manifiestamente mejorables.

Recordamos Ed Wood, la película de Tim Burton, sobre “el peor director de la historia del cine”, un homenaje a aquellos platillos volantes de plástico suspendidos en el aire gracias a una fina cuerda y aquellos monstruos de cartón inmóviles.

En estos tiempos de la gran Pandemia universal, podríamos pensar en el género fantástico, pero comprobaríamos una vez más, que siempre se queda corto con respecto a lo que sucede en la realidad.

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